domingo, 31 de marzo de 2013

ECOVILLA, PROYECTO GAIA

El paraíso, cerca

 Por Natalia Laube. De la Redacción de Clarín.com
nlaube@claringlobal.com.ar

Muchos lo intentaron pero no pudieron: vivir en profunda interrelación con la naturaleza. Diez personas lo han logrado y a sólo hora y media de la Capital.


CENTRAL ELECTRICA. La ecovilla se abastece de energía eólica y solar, que se concentran en una casita de barro.

La puntada inicial fue dada en 1991, en Dinamarca, cuando un grupo de 20 personas de todo el mundo se reunió para definir estrategias para la creación y la expansión de las ecoaldeas, convencidos de que había que llevar a la práctica el concepto de desarrollo sustentable que ya venía barajándose como una opción más amiga del medio ambiente.

¿Qué proponía concretamente? Crear comunidades horizontales, en las que sus habitantes vivan en contacto con la naturaleza, apelando a energías alternativas.

 

En Argentina, la primera ecovilla fue creada hace 10 años a unos kilómetros de Navarro, provincia de Buenos Aires: "Gustavo conocía el proyecto y estaba dispuesto a emprenderlo acá, así que nos vinimos a esta fábrica láctea que había dejado de funcionar y comenzamos a armar nuestra casa. Luego se fue sumando gente", cuenta Silvia Balado, cofundadora de la ecoaldea Gaia.

Ella vive junto a su esposo Gustavo Ramírez y su hijo Tobías (de 3 años) en una típica casa ecológica (ver foto) entre la huerta, los frutales, las pantallas solares y los molinos. La suya es una de las tantas historias de gente que busca su lugar, que muchas veces se aleja de la ciudad y se acerca al verde. En su 'otra vida' Silvia fue una terapeuta ocupacional que un día viajó a España y cuando regresó, decidió que no volvería a vivir en la ciudad.

Mudarse a Navarro no le costó: la suya fue una decisión apurada pero consciente. Es que, hay que decirlo, Gaia es un lugar de ensueño, en donde todo parece idílico, al menos al principio. Sus habitantes (10 en total) se reparten su tiempo entre la construcción de nuevas casas de barro, el cuidado de la huerta y de los chicos y las tareas de mantenimiento y arreglo que siempre surgen.

Además, durante los fines de semana, organizan visitas guiadas y talleres de permacultura y cocina natural para turistas locales y extranjeros. Esa es su principal fuente de ingresos, ya que ninguno de los habitantes de la ecovilla trabaja afuera de ella.

Pero ellos prefieren no hablar de trabajo, sino de tareas: "Es que esto no implica padecimiento, son cosas que hacemos para sostener este estilo de vida", explica Mónica Domínguez, una ex profesora de yoga que se mudó a la ecovilla hace un año y medio junto a su familia (que comprende a su esposo Jorge y su hijita Cecilia).

Ella apostó por una nueva vida después de conocer la Ecovilla a través de un programa de televisión. "Jorge y yo ya estábamos en la búqueda, pero no nos terminábamos de decidir. No te imaginás cuánto nos cambió la cabeza todo esto. Es que generás una conciencia diferente. Antes yo apagaba las luces para pagar menos, ahora lo hago porque soy consecuente con una causa".

"Por momentos me resultó duro continuar viviendo acá; uno siente que está navegando contra la corriente. Pero la vida me muestra una y otra vez que tengo que seguir, aunque a veces sienta la falta de apoyo. Me gusta este estilo de vida y ya no podría cambiarlo. Quizás esto se pueda comparar con una pareja: puede haber crisis, pero si uno siente que vale la pena el esfuerzo, sigue luchando. Y vivir en contacto con la naturaleza se volvió algo esencial para mí. No podría cambiarlo ahora", confiesa Silvia.

¿Qué hace falta para vivir en la ecovilla? "Fuego: si uno no tiene un fuego que lo movilice a estar acá, se termina yendo. Por acá pasaron muchos chicos jóvenes, que vinieron a investigar y luego emprendieron otro camino. A muchos les llegan las ganas pero después se dan cuenta de que éste no es su lugar".

Sigue Silvia: "Una vez vino un chico que estaba súper informado sobre las ecovillas en el mundo, sabía todos sobre nosotros y sobre la organización de Gaia. Todo lo que sabía, lo había buscando en Internet. Estaba muy dispuesto a vivir acá, pero se terminó yendo a los dos días". Silvia explica que "en la ecovilla no hay tele ni celulares.

Acá es cuestión de conectarse con uno. Y la comunicación de hoy en día se dice interactiva, pero interacción real es la que se da acá, donde hay tiempo". 

Remata Gustavo: "¿Sabés por qué estamos acá nosotros?
Porque ya pasamos por todo lo que se vive en la ciudad y nos cansamos. 

Nosotros también hicimos colas y nos enojamos por las mismas cosas que te enojan a vos. Pero dijimos basta, esa es la diferencia".

Vivir en barro

Las edificaciones de la villa merecen un capítulo aparte. Construidas con una mezcla de pasto seco, arena y barro, las casas son modeladas directamente, diferenciándose de la más tradicional técnica de adobe: "No construimos ladrillos de barro para después construir las casas, sino que directamente levantamos la casa", explican los hombres del grupo, encargados de las obras arquitectónicas de Gaia.

Los techos de las viviendas tienen chapas aislantes y pueden estar armados en paja o juncos. También están los llamados 'techos vivos', recubiertos de tierra y semillas, de las que luego crecen plantas (ver foto). Para los pisos, existe un secreto particular: "Si le tirás aceite de lino y de naranjas y cera de abejas al barro, éste queda duro e impermeabilizado. Y después le podés pasar un trapo, como a cualquier azulejo", cuenta Mónica.

¿Cómo se armaron los ecohabitantes de una cartera tan vasta de trucos naturales? "Muchas de estas técnicas son milenarias y nosotros las fuimos aprendiendo con el tiempo. Pero también hay mucho de ir probando diferentes cosas, hasta que alguna funciona: esto es ensayo y error. Ah, y también paciencia", explica Mónica.

Estamos sembrando las bases para un asentamiento humano sustentable.

Nos proponemos vivir simplemente, en contacto con la naturaleza, organizados en forma de una pequeña villa ecológica, con principios ecológicos, comunitarios y sociales.

Elegimos los principios de Permacultura como base del diseño general del lugar para hacer un buen uso de la tierra y de los flujos de energía, buen diseño de las construcciones naturales, y lograr una organización social y económica comunitaria.

Honramos las pequeñas y grandes manifestaciones de la vida, tanto en los ecosistemas, en las relaciones y en los procesos personales. Sabemos que todo está interconectado y que el grado de conciencia y respeto que nosotros tengamos con nuestro hábitat y todas nuestras relaciones, determinará el tipo de vida que tengamos.

Intentamos lograr un equilibrio entre espacios de privacidad y la vida comunitaria, donde podamos dar espacio a nuestro desarrollo personal, tanto como a las necesidades de interacción con otros, generando relaciones de mutuo apoyo y colaboración.

Postulamos presentar la nueva tecnología del presente y del futuro para que la sociedad no siga alterando al planeta. Lo que en los años atrás se consideró como un idealismo utópico es ahora una emergencia social y ambiental.

El proyecto aspira a ser un prototipo práctico donde aquellos interesados en una sociedad sustentable puedan entrenarse e inspirarse para concretar otras iniciativas comunitarias en el país y diversos puntos del planeta.


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